Mención de Jehú, rey de Israel
El Obelisco Negro de Salmanassar III es un notable monumento que atestigua el poder del Imperio Asirio en el siglo IX a.C. Este monolito de piedra caliza negra, descubierto en 1846 en Kalhu (la antigua capital asiria), mide unos 2 metros de alto y 45 cm de ancho13. Este monumento, ahora expuesto en el Museo Británico, celebra el éxito del rey Salmanassar III, que recibió tributos de sus vasallos tras dirigir varias campañas militares en Oriente Próximo. Jehú es el primer rey de Israel mencionado en esta estela. Se le muestra postrado ante el soberano asirio, señal de un probable acto de sumisión diplomática.
En el obelisco, los portadores marchan en procesión a lo largo de los cuatro lados del obelisco para llevar al conquistador su tributo: cosechas, armas, vajilla, animales domésticos o animales exóticos como monos o elefantes. Cada fila corresponde a un territorio identificado por una leyenda.
El monumento está dividido en cinco registros, cada uno de los cuales representa el tributo de un país sometido a Asiria. Estas escenas se desarrollan en las cuatro caras del obelisco, acompañadas de inscripciones cuneiformes explicativas.
El segundo registro desde arriba es especialmente interesante, pues representa la sumisión de Jehú, rey de Israel (llamado Ya’ou’a en la inscripción). Muestra a Jehú postrado ante el rey asirio, con el rostro hacia el suelo. Sobre la escena, un disco solar alado simboliza la presencia del dios nacional Ashur.
La inscripción que acompaña a esta escena detalla el tributo ofrecido por Jehú:
Tributo de Ya’ou’a hijo de Humre (Omri): Recibí de él plata, oro, un cuenco de oro, una vasija zuqutu de oro, copas de oro, vasos de dibujo de oro, estaño, un bastón para la mano del rey (y) espadas (?).
La naturaleza exacta de algunos de los objetos mencionados sigue siendo incierta, pero se cree que el zuqutu puede ser un jarrón estrecho con base puntiaguda, mientras que el cuenco puede ser similar a una vasija de bronce utilizada en Ugarit en los siglos XIV y XIII a.C., que pesaba entre 1.600 y 1.800 gramos.
Las partes superior e inferior del obelisco contienen un texto que detalla los acontecimientos de treinta y una campañas militares dirigidas por Salmanazar III. Estas campañas se extendían desde el Mediterráneo hasta Cilicia, Media, Babilonia y el Golfo Pérsico.
Este obelisco, datado hacia el año 825 a.C., es una valiosa prueba histórica, entre otras cosas porque probablemente contiene la referencia más antigua conocida a Jehú, rey de Israel.
Sin embargo, queda un misterio… ell relato bíblico del reinado de Jehú (2 Reyes 9-10) no dice nada sobre su sumisión al poder asirio. Jehú reinó desde el 841 al 814, aproximadamente.
Jehú fue una figura clave en el reino de Israel, más conocido por la violencia de su ascenso al poder y su celo contra el culto idólatra de Baal.
Su historia comienza cuando es ungido rey por un enviado del profeta Eliseo, que le confía una misión divina: acabar con la corrupta dinastía Omri-Ashab. Decidido a aceptar su mandato, Jehú inició una verdadera purga. Asesinó a Joram, hijo de Ajab, así como a Ocozías, rey de Judá y aliado de Joram. Luego hizo ejecutar a Jezabel, esposa de Ajab, arrojándola desde una ventana; su cuerpo fue devorado por los perros, cumpliéndose así una antigua profecía. Para establecer su poder de una vez por todas y eliminar cualquier amenaza, Jehú hizo masacrar a todos los descendientes de Ajab.
Pero Jehú también era conocido por su lealtad a YHWH, el Dios de Israel: redujo a la nada el culto a Baal. Utilizando una astuta treta, reunió a todos los adoradores de Baal en su templo con el pretexto de organizar una gran fiesta religiosa, y luego ordenó su muerte colectiva y la destrucción total del santuario.
A pesar de esta campaña contra la idolatría baalita, Jehú no llegó a una reforma religiosa completa: conservó los santuarios del becerro de oro de Betel y Dan, heredados de Jeroboam, lo que demuestra que su compromiso con el Dios de Israel seguía siendo incompleto a los ojos de los autores bíblicos.