Los orígenes de un importante lugar de peregrinación
El santuario de Notre-Dame de Liesse, situado en Aisne, en Picardía, ocupa un lugar especial en el panorama de las peregrinaciones francesas. Este importante lugar de espiritualidad acoge desde hace nueve siglos a peregrinos que acuden en busca del consuelo y la gracia de la Virgen.
Historia y leyenda fundacional
El origen del santuario se remonta a la cruzada de principios del siglo XII. Tres hermanos, caballeros de la casa de Eppes, son enviados a Tierra Santa como miembros de la orden hospitalaria de San Juan para proteger y asistir a los peregrinos en Jerusalén. Hacia 1134, caen en una emboscada en Ashkelon (Gaza), son capturados y llevados prisioneros a El Cairo ante el sultán de Egipto.
Ashkelon
Jérusalem
Le Caire
Notre Dame de Liesse
Con el fin de convertirlos al islam, el sultán recurre a su hija, la princesa Ismeria, convencido de que su belleza conmoverá los corazones de los caballeros. Pero lejos de flaquear, estos dan testimonio de su fe cristiana y de su devoción a la Virgen María. Ismeria, intrigada, se inicia poco a poco en el cristianismo al contacto con los caballeros. Expresando el deseo de ver la imagen de la Virgen, les proporciona un trozo de madera negra, ébano, para esculpir una, pero ante su impotencia, es un ángel quien, durante la noche, produce una milagrosa estatua de la Virgen.
Conmovida por un sueño de la Virgen, Ismérie libera a los caballeros y huye con ellos, llevándose la estatua. Tras una larga caminata y una noche pasada a orillas del Nilo, despiertan milagrosamente en Picardía, cerca de una fuente del pueblo de Lience, que pasó a llamarse Liesse. Allí se construye una capilla para albergar la estatua, imponiendo el nombre de Notre-Dame de Liesse, «causa de nuestra alegría».
La princesa, bautizada como «María» por el obispo de Laon, se convierte al cristianismo y muere joven, perpetuando el recuerdo de una historia fundacional celebrada por los peregrinos y las poblaciones locales.
Foto: E. Pastore
Una Virgen negra
La estatua de Nuestra Señora de Liesse, situada en el centro de la basílica, se conoce tradicionalmente como la «Virgen Negra» y es venerada especialmente por los numerosos milagros que se le atribuyen. Representa a la Virgen María de pie, coronada, sosteniendo al Niño Jesús en sus brazos. Ambos personajes llevan coronas adornadas con flores de lis y cabujones. María suele representarse de pie sobre una media luna colocada sobre el globo terráqueo, aplastando a la serpiente que simboliza el Mal, de acuerdo con la iconografía clásica de la Virgen triunfante. A los pies del globo o alternativamente, los símbolos de los evangelistas (el ángel, el león, el águila y el toro) completan el conjunto.
La estatua original fue destruida durante la Revolución, pero su reputación milagrosa se ha perpetuado a través de las numerosas representaciones que se han colocado en la basílica y en la ciudad, perpetuando el fervor popular que hace única a Nuestra Señora de la Alegría, «causa de nuestra alegría».
Foto: E. Pastore
El santuario de Notre-Dame de Liesse sigue siendo hoy en día un lugar vivo de fe, donde se entremezclan la leyenda y la historia, el fervor medieval y la devoción a la Virgen. Es testimonio del vínculo entre la tradición popular y la esperanza cristiana, reafirmando la promesa de alegría que encierra su nombre.

