¿En qué consiste la santidad de José? Esta pregunta plantea en sí misma varios retos. En efecto, la devoción popular ha acabado por superar la limitada cobertura textual de José en la Biblia. Podríamos, pues, repasar los títulos y letanías de José, o incluso los textos apócrifos y otros escritos. Pero es al Evangelio al que queremos dirigirnos: aunque «el misterio que rodea lo sobrenatural y sus signos externos explica por qué los habitantes de Nazaret no conocían la divinidad de Jesús, ni la alta santidad de María y José»[1], creemos que una lectura atenta de ellos puede enseñarnos mucho más de lo que percibimos a primera vista. Por ello, emprendemos este viaje como contemplación de los misterios de la infancia de Jesús.
La profundidad de la vida espiritual de José
Proponemos una lista de 10 verbos dispuestos en dos grupos: los siete primeros pretenden mostrar la profundidad de la vida interior de José; y los tres últimos, cada uno de los consejos evangélicos. De este modo, esperamos poder poner de relieve hasta qué punto conviene encontrar en José una guía fiable para la vida espiritual. ¡Disfruta de la lectura!

Estatua de San José, Nazaret. Foto: E. Pastore
1. Vivir en Dios – Anuncio a José (Mt 1, 16, 18-25)
Comenzamos nuestro viaje en Nazaret, donde «José, el marido de María, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, decidió despedirla en secreto» (Mt 1,19). José no reflexionó sobre la integridad de María. Al contrario, se recogió en Dios, «en secreto» (Mt 6,6), para discernir la actitud que debía adoptar ante el misterio del que era el único testigo. Lejos de esconderse de Dios como Adán, José se parece a Moisés ante la zarza ardiente. Percibe la presencia de Dios y desmonta ante Él, con la intención de no interferir en Sus planes. La misión de José comenzó, pues, con una actitud de discernimiento, para sintonizar mejor con la voluntad de Dios.
2. Adoración – Nacimiento de Jesús (Lc II, 1-8)
3. Hablar de Dios – Circuncisión (Lc 2,21)
Ocho días después del nacimiento, el niño fue circuncidado y «se le dio el nombre de Jesús». Ahora bien, correspondía al padre de familia poner nombre al niño. Por tanto, este pasaje nos permite escuchar la única palabra de José de la que se tiene noticia. Al igual que el Padre eterno, sólo tiene una palabra, sólo un nombre: Jesús. Esto arroja luz sobre el silencio de José: no es una cuestión de carácter, sino de orientación, de elección: José sólo puede hablarnos de Jesús. Casi podríamos decir que es el iniciador de la oración del nombre de Jesús, él que lo pronunció tantas veces, en una mezcla de naturalidad y reverencia.
4. Llevar a Dios – Adoración de los Magos (Mt 2, 9-11)
Pero a José no le basta con hablar de Jesús: también nos conduce a Él. Esto es lo que nos revela el episodio de los Magos, porque aunque no se mencione a José, no está ausente. Fue él quien cubrió las necesidades de su familia dándoles una casa. Luego, cuando llegaron los Magos, probablemente no se acercaron libremente a María y a Jesús. Es más probable que «acudieran a José» (Gn 41,55), quien, como «administrador fiel y prudente a quien el amo confió el cuidado de su personal, para distribuirlo a su debido tiempo» (Lc 6,42), los habría introducido él mismo en la intimidad de la casa de Belén.
5. Protege – Huida a Egipto (Mt 2, 13-23)
Sin embargo, José no permitía que todos se le acercaran. A veces, por el contrario, tenía que esconderse y proteger al Niño Jesús de los peligros que le amenazaban. Ésta es la historia de la huida a Egipto. El Papa Francisco nos pregunta «si defendemos con todas nuestras fuerzas a Jesús y a María, que están misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, a nuestro cuidado y a nuestra custodia». [3]. En el caso de José, vemos que se apresura a actuar: se levanta en mitad de la noche, desafiando al sueño y a la aparente tranquilidad; tampoco calcula su esfuerzo: se pone en camino tan lejos como le indica el ángel, más de lo que hubiera parecido necesario, durante el tiempo que haga falta. José nos da el ejemplo de estar «firme y valientemente comprometido». La aceptación es un medio por el que el don de la fuerza que nos viene del Espíritu Santo se manifiesta en nuestra vida. Sólo el Señor puede darnos la fuerza para acoger la vida tal como es, para dar cabida a esa parte contradictoria, inesperada y decepcionante de la existencia»[4].
6. Busca en – El Niño perdido y encontrado en el Templo (Lc 2, 26-38)
7. Mira – La noche
Para concluir esta primera parte de nuestra reflexión, nos gustaría insistir en un último aspecto, el de la noche. Varios pasajes mencionan que un ángel se apareció a José de noche, o que José se levantó de noche para huir. ¿Qué nos dice este detalle? En sentido literal, es ante todo una indicación de tiempo. Aclara la acción de Dios y la vigilancia de José. Por una parte, incluso de noche, Dios instruye a los justos[6]; por otra, incluso en sueños, José permanece atento a Él[7]. En un sentido espiritual, esta noche también puede evocar otras dos situaciones. Por un lado, la insuficiencia de los sentidos para comprender la acción de Dios; por otro, la total pacificación interior del alma, donde nada se resiste a la acción de la gracia. En cierto modo, estas tres noches estuvieron presentes en la vida de José, ofreciendo cada vez a Dios la respuesta de una adhesión total y filial a su voluntad.

Vidriera del sueño de José, cripta de la iglesia de San José, Nazaret. Foto: E. Pastore
Al final de esta primera etapa, podemos ver la grandeza del alma de San José y su profundidad espiritual. Anclado en Dios, recibió y vivió su misión, y aparece como modelo y guía seguro en nuestro propio camino de vida espiritual.
José y la práctica de los consejos evangélicos
8. Abrirse, dar fruto – Castidad
«Ser padre significa introducir a un hijo en la experiencia de la vida, en la realidad. No retenerle, no aprisionarle, no poseerle, sino hacerle capaz de elegir, de ser libre, de partir. Quizá por eso, junto al nombre de su padre, la tradición describe a José como «muy casto». No se trata simplemente de una indicación emocional, sino de la síntesis de una actitud que expresa lo contrario de la posesión. La castidad es el acto de liberarse de la posesión en todos los ámbitos de la vida»[8].
9. Acoger y ofrecer – Pobreza

El taller de San José, iglesia de San José, Nazaret. Foto: E. Pastore
También nos da un ejemplo de pobreza espiritual, reflejada, por un lado, en su voluntad de ejercer su papel de padre en una familia en la que su hijo y su mujer le superaban en santidad; y, por otro, en su actitud de aceptar y acoger los altibajos de la vida:
«Muchas veces ocurren en nuestra vida acontecimientos que no comprendemos. Nuestra primera reacción suele ser de decepción y revuelta. José deja a un lado su razonamiento para dar cabida a lo que sucede y, por misterioso que le parezca, lo acoge y se responsabiliza de ello. La vida espiritual que José nos muestra no es un camino que explica, sino un camino que acoge»[9].
Finalmente, pobre de sí mismo, José se entrega por entero. De este modo, su pobreza adquiere las cualidades de entrega que el padre María Eugenia menciona en Quiero ver a Dios [10]: absoluta, porque no guarda nada para sí; indeterminada, porque no sabe de antemano lo que exigirá el plan de Dios; y a menudo renovada, como demuestran sus tradicionales peregrinaciones a Jerusalén («subieron en peregrinación según la costumbre» Lc 2,42). Santa Teresa de Ávila nos advierte de que «somos tan lentos en hacer el don absoluto de nosotros mismos a Dios, que nunca dejamos de prepararnos para la gracia del verdadero amor. Parece que se lo damos todo a Dios. Pero sólo le ofrecemos la renta y los frutos, mientras nos quedamos para nosotros la sustancia y la propiedad»[11] En José encontramos el ejemplo de alguien que nunca se cansa de ofrecerse a sí mismo y todo lo que tiene a Dios.
10. Sigue – Obediencia
Dedicamos nuestra última palabra a la obediencia de José. Fue una constante en su vida, y los Evangelios la relatan incisivamente. Desde la Anunciación hasta su regreso al templo, vemos a José obedeciendo a su conciencia, a las leyes civiles y religiosas, a las tradiciones y al ángel. Su obediencia no fue ciega ni pasiva: José tuvo que aplicar todo su entendimiento a las circunstancias. Pero fue humilde y dócil: se dejó guiar, sin depender ni juzgar la calidad de los mensajeros de la voluntad divina. Las palabras de Caffarel sobre la justicia pueden transponerse a la obediencia de José:
«Estamos lejos de un respeto formal de la ley, de un legalismo sin alma. José es ‘justo’ porque se esfuerza constantemente por encontrar el amor en la ley. Su justicia es, por tanto, una actitud constante de silencio y escucha ante Dios, una voluntad incondicional de vivir según Dios»[12].
La obediencia de José culminó con su muerte, que no se recoge en los Evangelios. Para los creyentes, José es el patrón de la buena muerte porque pasó de este mundo al otro rodeado de Jesús y María. Por tanto, disfrutó de la mejor compañía. Pero, al mismo tiempo, qué desprendimiento, qué renuncia… Someterse a la separación de los seres más queridos y entrañables, aceptar el fin de su misión de guardián y protector terrenal de la Sagrada Familia, desvanecerse aún más en el silencio, respondiendo a la voz del Padre que le llamaba en el más allá. La muerte de José es, pues, un acto total de abandono, y esto contribuye a su grandeza. «[13] En esto consiste la santidad de José: en el absoluto desprendimiento con el que administró las gracias más extraordinarias que Dios ha concedido jamás a un hombre: ser el esposo de María y el padre de Jesús.
Conclusión
Ha llegado el momento de concluir este recorrido. Tras señalar el vínculo entre las prerrogativas divinas y la libre respuesta de José, hemos pasado a describir algunos rasgos de su santidad: la profundidad de su vida espiritual y la práctica de los consejos evangélicos. Esto debería animarnos a encontrar en José un modelo, un guía, un padre en nuestra propia vida espiritual, siendo su objetivo luchar constantemente por una mayor «santidad». a una unión cada vez más estrecha con Cristo «[14]. Ir a Jesús; a Jesús por María; a Jesús, por María, por José. María y José no son escalones en el camino, sino la pareja santa mejor dispuesta para conducirnos a Jesús. Concluimos con esta última cita, que esta vez nos permite contemplar a José desde la perspectiva de su hijo, Jesús:
En el fondo, celebrar a San José significa mirarlo a través de los ojos del Señor Jesús. Oír la voz de María que nos lo señala y volver nuestro corazón hacia José. ¿Es la vida cristiana otra cosa que una imitación de Jesucristo? ¿Es otra cosa que la adquisición del Espíritu que se cernía sobre la casa de Nazaret? Amar a José no es una opción personal, sino la elección de Jesús. Nosotros, que tantas veces intentamos adentrarnos en el misterio de la infancia a través de los ojos de San José, descubrimos la grandeza de José a través del Corazón de Jesús. José nos guía y protege a través del desierto, José trabaja y educa con sabiduría en el hogar familiar. A José se le obedece mejor siguiendo su ejemplo. José a quien admiramos y queremos tanto agradecer por lo que hace en silencio, por lo que es en secreto[15].
Lucie Favier
NOTAS
[1] (P. Marie-Eugène de l’Enfant Jésus, 1998) p 134. La cita continúa: «Dios no tenía que velar milagrosamente las maravillas realizadas en estas almas; le basta con dejar a la gracia el misterio que la envuelve y asegurar a las manifestaciones exteriores de lo sobrenatural el velo de simplicidad que es el carácter de lo más elevado y puro». [2] Traducción personal del español: «Oración, olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior y estarse amando al amado», citando (Cruz, 2002), Letrillas, Suma de perfección, p81 [3] (François, 2020) #5 Padre del valor creativo [4] (François, 2020) #4 Padre acogedor [5] El sentimiento de perder a Dios puede deberse a dos razones principales. La primera no depende de nosotros. Proviene de la experiencia de la trascendencia de Dios, que, a pesar de la Revelación y la Encarnación, sigue siendo inaccesible y esquivo en su esencia: de ahí la experiencia de la distancia ontológica que separa al Creador de la criatura. La segunda nos interpela: procede de nuestra realidad de criaturas caídas, de modo que la experiencia de la pérdida de Dios se ve acrecentada por la realidad del pecado. Existe una distancia moral entre el Dios Santo y nosotros, pecadores. Curiosamente, este sentimiento de distancia o pérdida es lo que puede hacernos reaccionar para reorientar nuestra vida hacia Dios. [6] Cf. Salmo 15:7: » Bendigo al Señor que me aconseja: incluso de noche mi corazón me advierte «. [7] Cf Cantar de los Cantares 5,2: «. Duermo pero mi corazón permanece despierto «.
[8] (François, 2020) #7 Padre en la sombra [9 (François, 2020) #4Padre en la Acogida [10] (P. Marie-Eugène de l’Enfant Jésus, 1998) p322-335 [11] (P. Marie-Eugène de l’Enfant Jésus, 1998) p322, citando la Vida de Santa Teresa de Ávila cap 11 [12] Traducción personal del español, «Nos hallamos lejos de un respeto formal de la ley, de un legalismo sin alma. José es «justo» porque se esfuerza incesantemente por encontrar el amor en la ley. Su justicia, pues, es una constante actitud de silencio y de escucha delante de Dios, una voluntad incondicional de vivir según Dios», citando (Arellano Librada, 2021) [13] (Arminjon, 1983) p158 [14] (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1992) #2014 [15] (Dominique Joseph, 2020)
¿En qué consiste la santidad de José? Esta pregunta plantea en sí misma varios retos. En efecto, la devoción popular ha acabado por superar la limitada cobertura textual de José en la Biblia. Podríamos, pues, repasar los títulos y letanías de José, o incluso los textos apócrifos y otros escritos. Pero es al Evangelio al que queremos dirigirnos: aunque «el misterio que rodea lo sobrenatural y sus signos externos explica por qué los habitantes de Nazaret no conocían la divinidad de Jesús, ni la alta santidad de María y José»[1], creemos que una lectura atenta de ellos puede enseñarnos mucho más de lo que percibimos a primera vista. Por ello, emprendemos este viaje como contemplación de los misterios de la infancia de Jesús.
La profundidad de la vida espiritual de José
Proponemos una lista de 10 verbos dispuestos en dos grupos: los siete primeros pretenden mostrar la profundidad de la vida interior de José; y los tres últimos, cada uno de los consejos evangélicos. De este modo, esperamos poder poner de relieve hasta qué punto conviene encontrar en José una guía fiable para la vida espiritual. ¡Disfruta de la lectura!

Estatua de San José, Nazaret. Foto: E. Pastore
1. Vivir en Dios – Anuncio a José (Mt 1, 16, 18-25)
Comenzamos nuestro viaje en Nazaret, donde «José, el marido de María, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, decidió despedirla en secreto» (Mt 1,19). José no reflexionó sobre la integridad de María. Al contrario, se recogió en Dios, «en secreto» (Mt 6,6), para discernir la actitud que debía adoptar ante el misterio del que era el único testigo. Lejos de esconderse de Dios como Adán, José se parece a Moisés ante la zarza ardiente. Percibe la presencia de Dios y desmonta ante Él, con la intención de no interferir en Sus planes. La misión de José comenzó, pues, con una actitud de discernimiento, para sintonizar mejor con la voluntad de Dios.
2. Adoración – Nacimiento de Jesús (Lc II, 1-8)
3. Hablar de Dios – Circuncisión (Lc 2,21)
Ocho días después del nacimiento, el niño fue circuncidado y «se le dio el nombre de Jesús». Ahora bien, correspondía al padre de familia poner nombre al niño. Por tanto, este pasaje nos permite escuchar la única palabra de José de la que se tiene noticia. Al igual que el Padre eterno, sólo tiene una palabra, sólo un nombre: Jesús. Esto arroja luz sobre el silencio de José: no es una cuestión de carácter, sino de orientación, de elección: José sólo puede hablarnos de Jesús. Casi podríamos decir que es el iniciador de la oración del nombre de Jesús, él que lo pronunció tantas veces, en una mezcla de naturalidad y reverencia.
4. Llevar a Dios – Adoración de los Magos (Mt 2, 9-11)
Pero a José no le basta con hablar de Jesús: también nos conduce a Él. Esto es lo que nos revela el episodio de los Magos, porque aunque no se mencione a José, no está ausente. Fue él quien cubrió las necesidades de su familia dándoles una casa. Luego, cuando llegaron los Magos, probablemente no se acercaron libremente a María y a Jesús. Es más probable que «acudieran a José» (Gn 41,55), quien, como «administrador fiel y prudente a quien el amo confió el cuidado de su personal, para distribuirlo a su debido tiempo» (Lc 6,42), los habría introducido él mismo en la intimidad de la casa de Belén.
5. Protege – Huida a Egipto (Mt 2, 13-23)
Sin embargo, José no permitía que todos se le acercaran. A veces, por el contrario, tenía que esconderse y proteger al Niño Jesús de los peligros que le amenazaban. Ésta es la historia de la huida a Egipto. El Papa Francisco nos pregunta «si defendemos con todas nuestras fuerzas a Jesús y a María, que están misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, a nuestro cuidado y a nuestra custodia». [3]. En el caso de José, vemos que se apresura a actuar: se levanta en mitad de la noche, desafiando al sueño y a la aparente tranquilidad; tampoco calcula su esfuerzo: se pone en camino tan lejos como le indica el ángel, más de lo que hubiera parecido necesario, durante el tiempo que haga falta. José nos da el ejemplo de estar «firme y valientemente comprometido». La aceptación es un medio por el que el don de la fuerza que nos viene del Espíritu Santo se manifiesta en nuestra vida. Sólo el Señor puede darnos la fuerza para acoger la vida tal como es, para dar cabida a esa parte contradictoria, inesperada y decepcionante de la existencia»[4].
6. Busca en – El Niño perdido y encontrado en el Templo (Lc 2, 26-38)
7. Mira – La noche
Para concluir esta primera parte de nuestra reflexión, nos gustaría insistir en un último aspecto, el de la noche. Varios pasajes mencionan que un ángel se apareció a José de noche, o que José se levantó de noche para huir. ¿Qué nos dice este detalle? En sentido literal, es ante todo una indicación de tiempo. Aclara la acción de Dios y la vigilancia de José. Por una parte, incluso de noche, Dios instruye a los justos[6]; por otra, incluso en sueños, José permanece atento a Él[7]. En un sentido espiritual, esta noche también puede evocar otras dos situaciones. Por un lado, la insuficiencia de los sentidos para comprender la acción de Dios; por otro, la total pacificación interior del alma, donde nada se resiste a la acción de la gracia. En cierto modo, estas tres noches estuvieron presentes en la vida de José, ofreciendo cada vez a Dios la respuesta de una adhesión total y filial a su voluntad.

Vidriera del sueño de José, cripta de la iglesia de San José, Nazaret. Foto: E. Pastore
Al final de esta primera etapa, podemos ver la grandeza del alma de San José y su profundidad espiritual. Anclado en Dios, recibió y vivió su misión, y aparece como modelo y guía seguro en nuestro propio camino de vida espiritual.
José y la práctica de los consejos evangélicos
8. Abrirse, dar fruto – Castidad
«Ser padre significa introducir a un hijo en la experiencia de la vida, en la realidad. No retenerle, no aprisionarle, no poseerle, sino hacerle capaz de elegir, de ser libre, de partir. Quizá por eso, junto al nombre de su padre, la tradición describe a José como «muy casto». No se trata simplemente de una indicación emocional, sino de la síntesis de una actitud que expresa lo contrario de la posesión. La castidad es el acto de liberarse de la posesión en todos los ámbitos de la vida»[8].
9. Acoger y ofrecer – Pobreza

El taller de San José, iglesia de San José, Nazaret. Foto: E. Pastore
También nos da un ejemplo de pobreza espiritual, reflejada, por un lado, en su voluntad de ejercer su papel de padre en una familia en la que su hijo y su mujer le superaban en santidad; y, por otro, en su actitud de aceptar y acoger los altibajos de la vida:
«Muchas veces ocurren en nuestra vida acontecimientos que no comprendemos. Nuestra primera reacción suele ser de decepción y revuelta. José deja a un lado su razonamiento para dar cabida a lo que sucede y, por misterioso que le parezca, lo acoge y se responsabiliza de ello. La vida espiritual que José nos muestra no es un camino que explica, sino un camino que acoge»[9].
Finalmente, pobre de sí mismo, José se entrega por entero. De este modo, su pobreza adquiere las cualidades de entrega que el padre María Eugenia menciona en Quiero ver a Dios [10]: absoluta, porque no guarda nada para sí; indeterminada, porque no sabe de antemano lo que exigirá el plan de Dios; y a menudo renovada, como demuestran sus tradicionales peregrinaciones a Jerusalén («subieron en peregrinación según la costumbre» Lc 2,42). Santa Teresa de Ávila nos advierte de que «somos tan lentos en hacer el don absoluto de nosotros mismos a Dios, que nunca dejamos de prepararnos para la gracia del verdadero amor. Parece que se lo damos todo a Dios. Pero sólo le ofrecemos la renta y los frutos, mientras nos quedamos para nosotros la sustancia y la propiedad»[11] En José encontramos el ejemplo de alguien que nunca se cansa de ofrecerse a sí mismo y todo lo que tiene a Dios.
10. Sigue – Obediencia
Dedicamos nuestra última palabra a la obediencia de José. Fue una constante en su vida, y los Evangelios la relatan incisivamente. Desde la Anunciación hasta su regreso al templo, vemos a José obedeciendo a su conciencia, a las leyes civiles y religiosas, a las tradiciones y al ángel. Su obediencia no fue ciega ni pasiva: José tuvo que aplicar todo su entendimiento a las circunstancias. Pero fue humilde y dócil: se dejó guiar, sin depender ni juzgar la calidad de los mensajeros de la voluntad divina. Las palabras de Caffarel sobre la justicia pueden transponerse a la obediencia de José:
«Estamos lejos de un respeto formal de la ley, de un legalismo sin alma. José es ‘justo’ porque se esfuerza constantemente por encontrar el amor en la ley. Su justicia es, por tanto, una actitud constante de silencio y escucha ante Dios, una voluntad incondicional de vivir según Dios»[12].
La obediencia de José culminó con su muerte, que no se recoge en los Evangelios. Para los creyentes, José es el patrón de la buena muerte porque pasó de este mundo al otro rodeado de Jesús y María. Por tanto, disfrutó de la mejor compañía. Pero, al mismo tiempo, qué desprendimiento, qué renuncia… Someterse a la separación de los seres más queridos y entrañables, aceptar el fin de su misión de guardián y protector terrenal de la Sagrada Familia, desvanecerse aún más en el silencio, respondiendo a la voz del Padre que le llamaba en el más allá. La muerte de José es, pues, un acto total de abandono, y esto contribuye a su grandeza. «[13] En esto consiste la santidad de José: en el absoluto desprendimiento con el que administró las gracias más extraordinarias que Dios ha concedido jamás a un hombre: ser el esposo de María y el padre de Jesús.
Conclusión
Ha llegado el momento de concluir este recorrido. Tras señalar el vínculo entre las prerrogativas divinas y la libre respuesta de José, hemos pasado a describir algunos rasgos de su santidad: la profundidad de su vida espiritual y la práctica de los consejos evangélicos. Esto debería animarnos a encontrar en José un modelo, un guía, un padre en nuestra propia vida espiritual, siendo su objetivo luchar constantemente por una mayor «santidad». a una unión cada vez más estrecha con Cristo «[14]. Ir a Jesús; a Jesús por María; a Jesús, por María, por José. María y José no son escalones en el camino, sino la pareja santa mejor dispuesta para conducirnos a Jesús. Concluimos con esta última cita, que esta vez nos permite contemplar a José desde la perspectiva de su hijo, Jesús:
En el fondo, celebrar a San José significa mirarlo a través de los ojos del Señor Jesús. Oír la voz de María que nos lo señala y volver nuestro corazón hacia José. ¿Es la vida cristiana otra cosa que una imitación de Jesucristo? ¿Es otra cosa que la adquisición del Espíritu que se cernía sobre la casa de Nazaret? Amar a José no es una opción personal, sino la elección de Jesús. Nosotros, que tantas veces intentamos adentrarnos en el misterio de la infancia a través de los ojos de San José, descubrimos la grandeza de José a través del Corazón de Jesús. José nos guía y protege a través del desierto, José trabaja y educa con sabiduría en el hogar familiar. A José se le obedece mejor siguiendo su ejemplo. José a quien admiramos y queremos tanto agradecer por lo que hace en silencio, por lo que es en secreto[15].
Lucie Favier
NOTAS
[1] (P. Marie-Eugène de l’Enfant Jésus, 1998) p 134. La cita continúa: «Dios no tenía que velar milagrosamente las maravillas realizadas en estas almas; le basta con dejar a la gracia el misterio que la envuelve y asegurar a las manifestaciones exteriores de lo sobrenatural el velo de simplicidad que es el carácter de lo más elevado y puro». [2] Traducción personal del español: «Oración, olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior y estarse amando al amado», citando (Cruz, 2002), Letrillas, Suma de perfección, p81 [3] (François, 2020) #5 Padre del valor creativo [4] (François, 2020) #4 Padre acogedor [5] El sentimiento de perder a Dios puede deberse a dos razones principales. La primera no depende de nosotros. Proviene de la experiencia de la trascendencia de Dios, que, a pesar de la Revelación y la Encarnación, sigue siendo inaccesible y esquivo en su esencia: de ahí la experiencia de la distancia ontológica que separa al Creador de la criatura. La segunda nos interpela: procede de nuestra realidad de criaturas caídas, de modo que la experiencia de la pérdida de Dios se ve acrecentada por la realidad del pecado. Existe una distancia moral entre el Dios Santo y nosotros, pecadores. Curiosamente, este sentimiento de distancia o pérdida es lo que puede hacernos reaccionar para reorientar nuestra vida hacia Dios. [6] Cf. Salmo 15:7: » Bendigo al Señor que me aconseja: incluso de noche mi corazón me advierte «. [7] Cf Cantar de los Cantares 5,2: «. Duermo pero mi corazón permanece despierto «.
[8] (François, 2020) #7 Padre en la sombra [9 (François, 2020) #4Padre en la Acogida [10] (P. Marie-Eugène de l’Enfant Jésus, 1998) p322-335 [11] (P. Marie-Eugène de l’Enfant Jésus, 1998) p322, citando la Vida de Santa Teresa de Ávila cap 11 [12] Traducción personal del español, «Nos hallamos lejos de un respeto formal de la ley, de un legalismo sin alma. José es «justo» porque se esfuerza incesantemente por encontrar el amor en la ley. Su justicia, pues, es una constante actitud de silencio y de escucha delante de Dios, una voluntad incondicional de vivir según Dios», citando (Arellano Librada, 2021) [13] (Arminjon, 1983) p158 [14] (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1992) #2014 [15] (Dominique Joseph, 2020)