El prólogo del libro de Job presenta las pruebas de Job como el resultado de un desafío entre YHWH y Satanás, diseñado para poner a prueba la fidelidad de Job ante la adversidad. Job supera estas pruebas y recupera su prosperidad al final del relato. Los capítulos 38 a 41 constituyen la conclusión poética del libro, que comprende dos discursos de YHWH antes del epílogo del capítulo 42. Son precisamente estos capítulos los que nos van a interesar (38-41), porque es aquí donde Dios responde a Job recordando sus actos de creación, mientras Job cuestionaba el orden del mundo. Dios afirma su dominio sobre la creación, respondiendo así a las preguntas de Job. El dominio de Dios sobre la creación se expresa mediante una representación que puede parecer curiosa: se describe a Dios como «amo de los animales», un motivo muy frecuente en el antiguo Próximo Oriente.
Rey sometiendo a dos leones. Cuchillo de Gebel el-Arak (circa 3300-3200 a.C.). Naqada II, Egipto. Foto: Wikipedia
Para empezar, releamos este extracto de Job 38 – 39 :
39¿Eres tú el que caza presas para la leona
y sacia el apetito voraz de las crías,
40cuando están agazapadas en sus madrigueras,
o escondidas en la espesura?
41¿Quién, pues, prepara el pienso del cuervo
cuando sus crías claman a Dios
y se tambalean de hambre?39 1¿Conoces la hora en que paren las cabras montesas?
¿Has observado a las ciervas en el parto?
2¿Has contado los meses de su gestación,
y conocido la hora de su alumbramiento?
3Se agachan, dan a luz a sus crías
y se libran de sus dolores.
4Sus cervatillos crecen fuertes y duros,
se van y no vuelven jamás.5¿Quién liberó al burro salvaje,
quién soltó las amarras de la onagra
6cuyo hogar he hecho la estepa,
la tierra salada su hogar?
7Se ríe del estruendo de las ciudades
y nunca oye gritar al burrero.
8Explora las montañas, su pasto,
en busca de la más mínima mancha verde.9¿Aceptará el búfalo servirte?
¿Pasará las noches en tu granero?
10¿Le obligarás a arar?
¿Arará los valles detrás de ti?
11¿Es porque es tan fuerte por lo que confiarás en él
y le dejarás tu trabajo?
12¿Contarás con él para que traiga tu grano?
¿Contarás con él para que recoja tu cosecha?13El ala de la avestruz bate alegremente,
pero ¿por qué no tiene las plumas y púas de la cigüeña?
14Cuando deja sus huevos en el suelo,
y los deja calentarse en el polvo,
15se ha olvidado de que un pie puede aplastarlos,
una bestia salvaje puede pisotearlos.
16Duro con sus crías como si no fueran suyas,
no se preocupa por haber trabajado en vano.
17Esto es porque Dios le ha negado la sabiduría
y no le ha dado inteligencia.
18Pero en cuanto se levanta y emprende el vuelo,
se ríe del caballo y del jinete.19 ¿Eres tú el que hace valiente al caballo,
el que le pone crines en el cuello,
20 el que lo hace saltar como un saltamontes?
Su relincho orgulloso es de terror.
21Sorprendentemente fuerte, rema por el valle
y corre al encuentro de las armas.
22Se ríe del miedo, ignora el temor;
no rehúye la espada.
23La aljaba suena en él,
la lanza reluciente y la jabalina.
24Moviéndose impaciente, devora el espacio,
no puede estarse quieto en cuanto suena la trompeta.
25A cada toque de trompeta decía: «¡Ajá!
Desde lejos, puede oler la batalla,
atronadores líderes y gritos de guerra.26¿Es por tu entendimiento por lo que el gavilán se empluma
y despliega sus alas hacia el sur?
27¿Es por tu mandato por lo que el águila se eleva
y construye su nido en las cumbres?
28Vive en una roca y se aloja
en un diente de roca inexpugnable.
29Desde allí espía a su presa,
lanzando su mirada a lo largo y ancho.
30Sus crías beben sangre,
donde hay una fosa común, allí está él.Traducción Ecuménica de la Biblia, Job 38.39-39.30.
El texto describe un pasaje en el que Dios se presenta como el amo de los animales salvajes, una representación frecuente en la iconografía del Próximo Oriente Antiguo. Esta imagen representa a una figura que domina animales salvajes en plena agitación, como leones, cuervos, íbices, asnos, búfalos o rinocerontes, avestruces, caballos y halcones. Esta representación ilustra la existencia de zonas caóticas y fuerzas naturales fuera del control humano, pero sometidas a la autoridad del amo de los animales, una figura que puede encarnar tanto a un rey como a una deidad. El uso de esta imagen en el Libro de Job subraya el poder y el dominio de Dios sobre la creación, en particular sobre los aspectos más salvajes e indómitos de la naturaleza.
Sello aqueménida con el rey persa sometiendo a dos lamassu mesopotámicos. Foto: Wikipedia
En el contexto cultural de Job, los animales descritos representan un mundo que escapa al control humano, pero no al de Dios. Dios se presenta como el «amo de los animales», dominando espacios que el hombre considera hostiles o inaccesibles. Dios se presenta como el «amo de los animales», dominando espacios que el hombre considera hostiles o inaccesibles. Esta perspectiva revela que lo que parece caótico a los ojos humanos es, en realidad, un potencial de vida diversa para Dios. Job descubre así la multiplicidad de las formas de vida, cada una con su manera única y preciosa de habitar el mundo. Esta diversidad ilustra el don divino concedido a cada criatura, que le permite existir a su manera única en el universo.
Esta revelación no sólo pone a Job cara a cara con Dios, sino también con otros seres vivos. Al igual que el hombre, estos animales poseen fuerza, inteligencia y libertad, sobre todo en el caso de ciertos animales reputados indomables. A los ojos de Dios, su valor es igual al del hombre, en virtud de su «animalidad común», podríamos decir. El discurso divino presenta una visión del mundo notablemente no antropocéntrica. Llama la atención que el ser humano esté prácticamente ausente del discurso de Dios. Al minimizar el lugar del hombre, Dios promueve una perspectiva ecológica, fomentando una relación más ética con los demás seres vivos. Este planteamiento invita a Job, y por extensión a la humanidad, a reconsiderar su lugar en la creación y a adoptar una actitud de cohabitación y no de dominación hacia otras formas de vida.
El rey Sargón II domina al león y a la serpiente. Museo del Louvre. Foto: Wikipedia
Job, liberado ya de una percepción exclusivamente humana del mundo, amplía su visión a la existencia de otros seres vivos. Sin embargo, esto no significa borrar su propio dolor, sino aprender a ver el sufrimiento a través de un prisma diferente y cambiar su relación con él. ¿Cómo funciona esto en la práctica?
A través de la descripción de los animales, emergen dos aspectos esenciales para la perpetuación de cada especie: la necesidad de reproducirse y la necesidad de alimentarse. La leona acecha a su presa para alimentar a sus crías, mientras que los cuervos jóvenes, incapaces de mantenerse por sí mismos, gritan pidiendo ayuda. Desde el cielo, el águila, como el halcón, espera el momento oportuno para abalanzarse sobre su presa y alimentar a sus crías. El tema de la reproducción se encuentra en los pasajes dedicados a la cabra montés y a la cierva, así como en el del avestruz. A diferencia de otros animales más precavidos, el avestruz pone en peligro a sus crías dejando los huevos en el suelo. La onagra, en cambio, recorre los terrenos escarpados en busca de hierba fresca.
A través de estos retratos de animales, una cosa queda clara: la existencia es una lucha perpetua contra fuerzas hostiles. El hambre, las amenazas y la muerte son pruebas universales a las que se enfrentan todos los seres vivos. Todos comparten el mismo instinto fundamental: sobrevivir. Así pues, el dolor y la adversidad no son exclusivos de la humanidad. Por consiguiente, la cuestión del mal no puede reducirse a una simple cuestión moral específica del hombre. Debe considerarse desde una perspectiva más amplia, que abarque la totalidad del mundo viviente y la estructura misma del universo.
A través de estas evocaciones del mundo animal, una cosa queda clara: la naturaleza está impregnada de una violencia omnipresente. Estos pasajes sirven de recordatorio de que el universo, tal como está conformado, lleva en sí un elemento de ferocidad y caos, perceptible tanto en los elementos naturales como en la dinámica de los seres vivos. La imagen del águila es una ilustración sorprendente de ello, que cierra el primer discurso con una escena brutal e impactante: «Sus crías tragan sangre; donde están los cadáveres, allí está ella» (39:30).
Nuestra visión moderna a menudo tiende a pasar por alto esta realidad. Sin embargo, la supervivencia se basa en un principio implacable: los seres vivos sólo pueden sobrevivir devorándose unos a otros. Tras el brillo y la abundancia del mundo animal se esconde un equilibrio precario, basado en la destrucción perpetua de un animal por otro.
El autor parece querer enfrentarnos a esta ambivalencia inherente a la creación, poniendo en tela de juicio la visión idealizada que ofrece el primer capítulo del Génesis. Este texto bíblico presenta un mundo ordenado y armonioso, que corresponde a una concepción tranquilizadora que nos es familiar. Pero la realidad descrita aquí, en Job, nos recuerda que la vida misma es inseparable de la lucha y la depredación.
Un hombre rodeado de escorpiones y leonas, Irán, 2500 a.C. Foto: Wikipedia
Este Dios dice a su manera que está comprometido en una lucha permanente contra el caos. Su presencia en la creación se manifiesta en una fuerza de armonía y protección, que difunde a todos los seres vivos. Entre ellos, la humanidad goza de un don especial: el de poder ejercer esta fuerza con plena conciencia y responsabilidad. Vivir en este mundo no es sólo cuestión de coexistir con nuestros semejantes y otras criaturas, sino también de luchar, junto a Dios, contra un mal proteico cuya existencia hay que reconocer. Esta lucha implica preservar y activar las fuerzas de cohesión y cuidado que se nos han confiado, para que beneficien a toda la creación.
La respuesta de Dios a la rebelión de Job contra el mal del mundo es, por tanto, un relato de creación (38-41). En esta respuesta divina, Dios aparece como el que ordena a la mañana que ahuyente las tinieblas y purifique la tierra de las fuerzas del mal. En este sentido, la diversidad de los animales mencionados en el texto ilustra una visión del mundo que va más allá del simple prisma humano. Algunas de estas criaturas no son útiles para el hombre, y otras son incluso hostiles. Estos elementos ponen de relieve un mensaje fundamental: el universo no se ha configurado únicamente en función de las necesidades de la humanidad. En este sentido, el discurso divino desafía una visión del mundo centrada exclusivamente en el hombre.
Emanuelle Pastore
Bibliografía
- Keel Othmar, Dieu répond à Job : une interprétation de Job 38-41 à la lumière de l’iconographie du Proche-Orient ancien, trad. Smyth-Florentin Françoise, París, Cerf, Lectio Divina, Commentaires 2, 1993.
- Beauboeuf Stéphane, «Habiter ce monde avec le Dieu de Job», en A.-M. REIJNEN, C. PIAN, Habiter d’autres mondes?, Genève Labor et Fides, 2021, Cap. 3.
El prólogo del libro de Job presenta las pruebas de Job como el resultado de un desafío entre YHWH y Satanás, diseñado para poner a prueba la fidelidad de Job ante la adversidad. Job supera estas pruebas y recupera su prosperidad al final del relato. Los capítulos 38 a 41 constituyen la conclusión poética del libro, que comprende dos discursos de YHWH antes del epílogo del capítulo 42. Son precisamente estos capítulos los que nos van a interesar (38-41), porque es aquí donde Dios responde a Job recordando sus actos de creación, mientras Job cuestionaba el orden del mundo. Dios afirma su dominio sobre la creación, respondiendo así a las preguntas de Job. El dominio de Dios sobre la creación se expresa mediante una representación que puede parecer curiosa: se describe a Dios como «amo de los animales», un motivo muy frecuente en el antiguo Próximo Oriente.
Rey sometiendo a dos leones. Cuchillo de Gebel el-Arak (circa 3300-3200 a.C.). Naqada II, Egipto. Foto: Wikipedia
Para empezar, releamos este extracto de Job 38 – 39 :
39¿Eres tú el que caza presas para la leona
y sacia el apetito voraz de las crías,
40cuando están agazapadas en sus madrigueras,
o escondidas en la espesura?
41¿Quién, pues, prepara el pienso del cuervo
cuando sus crías claman a Dios
y se tambalean de hambre?39 1¿Conoces la hora en que paren las cabras montesas?
¿Has observado a las ciervas en el parto?
2¿Has contado los meses de su gestación,
y conocido la hora de su alumbramiento?
3Se agachan, dan a luz a sus crías
y se libran de sus dolores.
4Sus cervatillos crecen fuertes y duros,
se van y no vuelven jamás.5¿Quién liberó al burro salvaje,
quién soltó las amarras de la onagra
6cuyo hogar he hecho la estepa,
la tierra salada su hogar?
7Se ríe del estruendo de las ciudades
y nunca oye gritar al burrero.
8Explora las montañas, su pasto,
en busca de la más mínima mancha verde.9¿Aceptará el búfalo servirte?
¿Pasará las noches en tu granero?
10¿Le obligarás a arar?
¿Arará los valles detrás de ti?
11¿Es porque es tan fuerte por lo que confiarás en él
y le dejarás tu trabajo?
12¿Contarás con él para que traiga tu grano?
¿Contarás con él para que recoja tu cosecha?13El ala de la avestruz bate alegremente,
pero ¿por qué no tiene las plumas y púas de la cigüeña?
14Cuando deja sus huevos en el suelo,
y los deja calentarse en el polvo,
15se ha olvidado de que un pie puede aplastarlos,
una bestia salvaje puede pisotearlos.
16Duro con sus crías como si no fueran suyas,
no se preocupa por haber trabajado en vano.
17Esto es porque Dios le ha negado la sabiduría
y no le ha dado inteligencia.
18Pero en cuanto se levanta y emprende el vuelo,
se ríe del caballo y del jinete.19 ¿Eres tú el que hace valiente al caballo,
el que le pone crines en el cuello,
20 el que lo hace saltar como un saltamontes?
Su relincho orgulloso es de terror.
21Sorprendentemente fuerte, rema por el valle
y corre al encuentro de las armas.
22Se ríe del miedo, ignora el temor;
no rehúye la espada.
23La aljaba suena en él,
la lanza reluciente y la jabalina.
24Moviéndose impaciente, devora el espacio,
no puede estarse quieto en cuanto suena la trompeta.
25A cada toque de trompeta decía: «¡Ajá!
Desde lejos, puede oler la batalla,
atronadores líderes y gritos de guerra.26¿Es por tu entendimiento por lo que el gavilán se empluma
y despliega sus alas hacia el sur?
27¿Es por tu mandato por lo que el águila se eleva
y construye su nido en las cumbres?
28Vive en una roca y se aloja
en un diente de roca inexpugnable.
29Desde allí espía a su presa,
lanzando su mirada a lo largo y ancho.
30Sus crías beben sangre,
donde hay una fosa común, allí está él.Traducción Ecuménica de la Biblia, Job 38.39-39.30.
El texto describe un pasaje en el que Dios se presenta como el amo de los animales salvajes, una representación frecuente en la iconografía del Próximo Oriente Antiguo. Esta imagen representa a una figura que domina animales salvajes en plena agitación, como leones, cuervos, íbices, asnos, búfalos o rinocerontes, avestruces, caballos y halcones. Esta representación ilustra la existencia de zonas caóticas y fuerzas naturales fuera del control humano, pero sometidas a la autoridad del amo de los animales, una figura que puede encarnar tanto a un rey como a una deidad. El uso de esta imagen en el Libro de Job subraya el poder y el dominio de Dios sobre la creación, en particular sobre los aspectos más salvajes e indómitos de la naturaleza.
Sello aqueménida con el rey persa sometiendo a dos lamassu mesopotámicos. Foto: Wikipedia
En el contexto cultural de Job, los animales descritos representan un mundo que escapa al control humano, pero no al de Dios. Dios se presenta como el «amo de los animales», dominando espacios que el hombre considera hostiles o inaccesibles. Dios se presenta como el «amo de los animales», dominando espacios que el hombre considera hostiles o inaccesibles. Esta perspectiva revela que lo que parece caótico a los ojos humanos es, en realidad, un potencial de vida diversa para Dios. Job descubre así la multiplicidad de las formas de vida, cada una con su manera única y preciosa de habitar el mundo. Esta diversidad ilustra el don divino concedido a cada criatura, que le permite existir a su manera única en el universo.
Esta revelación no sólo pone a Job cara a cara con Dios, sino también con otros seres vivos. Al igual que el hombre, estos animales poseen fuerza, inteligencia y libertad, sobre todo en el caso de ciertos animales reputados indomables. A los ojos de Dios, su valor es igual al del hombre, en virtud de su «animalidad común», podríamos decir. El discurso divino presenta una visión del mundo notablemente no antropocéntrica. Llama la atención que el ser humano esté prácticamente ausente del discurso de Dios. Al minimizar el lugar del hombre, Dios promueve una perspectiva ecológica, fomentando una relación más ética con los demás seres vivos. Este planteamiento invita a Job, y por extensión a la humanidad, a reconsiderar su lugar en la creación y a adoptar una actitud de cohabitación y no de dominación hacia otras formas de vida.
El rey Sargón II domina al león y a la serpiente. Museo del Louvre. Foto: Wikipedia
Job, liberado ya de una percepción exclusivamente humana del mundo, amplía su visión a la existencia de otros seres vivos. Sin embargo, esto no significa borrar su propio dolor, sino aprender a ver el sufrimiento a través de un prisma diferente y cambiar su relación con él. ¿Cómo funciona esto en la práctica?
A través de la descripción de los animales, emergen dos aspectos esenciales para la perpetuación de cada especie: la necesidad de reproducirse y la necesidad de alimentarse. La leona acecha a su presa para alimentar a sus crías, mientras que los cuervos jóvenes, incapaces de mantenerse por sí mismos, gritan pidiendo ayuda. Desde el cielo, el águila, como el halcón, espera el momento oportuno para abalanzarse sobre su presa y alimentar a sus crías. El tema de la reproducción se encuentra en los pasajes dedicados a la cabra montés y a la cierva, así como en el del avestruz. A diferencia de otros animales más precavidos, el avestruz pone en peligro a sus crías dejando los huevos en el suelo. La onagra, en cambio, recorre los terrenos escarpados en busca de hierba fresca.
A través de estos retratos de animales, una cosa queda clara: la existencia es una lucha perpetua contra fuerzas hostiles. El hambre, las amenazas y la muerte son pruebas universales a las que se enfrentan todos los seres vivos. Todos comparten el mismo instinto fundamental: sobrevivir. Así pues, el dolor y la adversidad no son exclusivos de la humanidad. Por consiguiente, la cuestión del mal no puede reducirse a una simple cuestión moral específica del hombre. Debe considerarse desde una perspectiva más amplia, que abarque la totalidad del mundo viviente y la estructura misma del universo.
A través de estas evocaciones del mundo animal, una cosa queda clara: la naturaleza está impregnada de una violencia omnipresente. Estos pasajes sirven de recordatorio de que el universo, tal como está conformado, lleva en sí un elemento de ferocidad y caos, perceptible tanto en los elementos naturales como en la dinámica de los seres vivos. La imagen del águila es una ilustración sorprendente de ello, que cierra el primer discurso con una escena brutal e impactante: «Sus crías tragan sangre; donde están los cadáveres, allí está ella» (39:30).
Nuestra visión moderna a menudo tiende a pasar por alto esta realidad. Sin embargo, la supervivencia se basa en un principio implacable: los seres vivos sólo pueden sobrevivir devorándose unos a otros. Tras el brillo y la abundancia del mundo animal se esconde un equilibrio precario, basado en la destrucción perpetua de un animal por otro.
El autor parece querer enfrentarnos a esta ambivalencia inherente a la creación, poniendo en tela de juicio la visión idealizada que ofrece el primer capítulo del Génesis. Este texto bíblico presenta un mundo ordenado y armonioso, que corresponde a una concepción tranquilizadora que nos es familiar. Pero la realidad descrita aquí, en Job, nos recuerda que la vida misma es inseparable de la lucha y la depredación.
Un hombre rodeado de escorpiones y leonas, Irán, 2500 a.C. Foto: Wikipedia
Este Dios dice a su manera que está comprometido en una lucha permanente contra el caos. Su presencia en la creación se manifiesta en una fuerza de armonía y protección, que difunde a todos los seres vivos. Entre ellos, la humanidad goza de un don especial: el de poder ejercer esta fuerza con plena conciencia y responsabilidad. Vivir en este mundo no es sólo cuestión de coexistir con nuestros semejantes y otras criaturas, sino también de luchar, junto a Dios, contra un mal proteico cuya existencia hay que reconocer. Esta lucha implica preservar y activar las fuerzas de cohesión y cuidado que se nos han confiado, para que beneficien a toda la creación.
La respuesta de Dios a la rebelión de Job contra el mal del mundo es, por tanto, un relato de creación (38-41). En esta respuesta divina, Dios aparece como el que ordena a la mañana que ahuyente las tinieblas y purifique la tierra de las fuerzas del mal. En este sentido, la diversidad de los animales mencionados en el texto ilustra una visión del mundo que va más allá del simple prisma humano. Algunas de estas criaturas no son útiles para el hombre, y otras son incluso hostiles. Estos elementos ponen de relieve un mensaje fundamental: el universo no se ha configurado únicamente en función de las necesidades de la humanidad. En este sentido, el discurso divino desafía una visión del mundo centrada exclusivamente en el hombre.
Emanuelle Pastore
Bibliografía
- Keel Othmar, Dieu répond à Job : une interprétation de Job 38-41 à la lumière de l’iconographie du Proche-Orient ancien, trad. Smyth-Florentin Françoise, París, Cerf, Lectio Divina, Commentaires 2, 1993.
- Beauboeuf Stéphane, «Habiter ce monde avec le Dieu de Job», en A.-M. REIJNEN, C. PIAN, Habiter d’autres mondes?, Genève Labor et Fides, 2021, Cap. 3.