Un sorprendente descubrimiento realizado hace unos días en la Abadía de San Mauricio (Valais, Suiza): el logotipo de la Vía Egeria que conoces, la flor de seis puntas, plantada en el centro de una cruz tallada en piedra. ¿Cómo llegó allí este motivo?
Tenemos que empezar por el principio. ¡La Abadía de San Mauricio tiene 15 siglos de antigüedad! Es la abadía más antigua de Europa, ¡ha estado habitada sin interrupción por monjes desde el siglo VI hasta nuestros días! El monasterio fue fundado hacia 515 por el rey borgoñón San Segismundo. Quiso convertirlo en el centro político y religioso de su reino, para consolidar su autoridad. Religión y política iban de la mano en aquella época. Si Segismundo ha sido proclamado santo, es sin duda por su muerte violenta, que lo convirtió en mártir. En realidad, su vida distó mucho de ser ejemplar. ¿Acaso no mató a su propio hijo y no fue arriano antes de abrazar la ortodoxia católica? Como todas las vidas humanas (y en esto hay algo ejemplar que puede gustar a todos), su destino no fue ni muy blanco y claro, ni muy negro y repulsivo. El hecho es que a su iniciativa se deben las incesantes alabanzas que se celebran en este lugar desde el año 515.
La actual iglesia abacial se construyó entre 1614 y 1624. El campanario románico data del siglo XII. Una visita al tesoro revela incluso objetos que datan del siglo I a.C. Pero volvamos a la piedra que nos interesa. Situada a la derecha del coro, sirve actualmente de ambón o atril desde el que se proclama la Palabra. Data del siglo IX, época carolingia. Mide aproximadamente 1,80 m de altura y está totalmente decorada por fuera.
La piedra tallada representa una gloriosa cruz rodeada de vegetación. En la base de la cruz se ve un árbol, en realidad una vid. ¿Cómo no pensar en la parábola de la vid, tan querida en el Evangelio de San Juan?
01 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 02 Todo sarmiento que en mí no da fruto, mi Padre lo quita; todo sarmiento que da fruto, lo purifica mediante la poda, para que dé más fruto. 03 Pero vosotros ya habéis sido purificados por la palabra que os he hablado. 04 Permaneced en mí, como yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 05 Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí no podéis hacer nada. (Jn 15,1-5)
En el centro de la cruz hay una flor de seis puntas, la misma que se encuentra tan abundantemente en los monumentos judíos del siglo I, en la época de Jesús, en Israel. ¿Cómo llegó este motivo hasta aquí? Se puede ver en muchos monumentos religiosos (y no religiosos) del cantón de Valais (Suiza).
Aquí, la flor representa a Cristo crucificado, significando la fecundidad de su muerte en la cruz. Nos recuerda que la muerte y la resurrección de Cristo siguen siendo fuente de vida eterna.
Es interesante observar que este sencillo motivo ha viajado a través del tiempo y el espacio al menos desde el siglo I. En piedra de Magdala (Israel) aparece la misma flor. Podría representar la cortina que separaba el Santo de los Santos en el templo de Jerusalén. En el Evangelio, esta misma cortina se divide en dos a la muerte de Jesús (Lc 23,44-45), signo de la salvación que elimina toda distancia entre Dios y el hombre pecador en Cristo. En esta piedra del siglo IX, la misma flor ocupa el lugar de Jesús, como si dijera, de forma imaginaria, que es él quien ahora nos da acceso al Padre.
También es significativo el uso de la piedra como ambón de la Palabra en esta iglesia abacial: la buena nueva (=evangelio en griego) de la salvación dada en Cristo a toda la humanidad se recibe ante todo escuchando las Escrituras bíblicas, que se proclaman allí en cada celebración.
Emanuelle Pastore