Tras su exilio en Patmos, San Juan visitó y apoyó a varias iglesias durante sus viajes por Asia Menor. Según la tradición cristiana, desempeñó un papel fundamental en la fundación y consolidación de siete comunidades cristianas en estas ciudades: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Cada una de estas localidades se enfrentaba a retos específicos, que iban desde la persecución y las influencias paganas o idólatras hasta problemas doctrinales o morales. San Juan dirige una carta a cada una de estas iglesias. Están recogidas en los capítulos 2 y 3 del libro del Apocalipsis. Estas cartas son a la vez aliento, exhortación, advertencia y promesa, destinadas a guiar a estas comunidades a través de las tribulaciones que encuentran.

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Las siete iglesias del Apocalipsis

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Éfeso

La carta de Juan a la Iglesia de Éfeso, situada en la antigua ciudad de la provincia romana de Asia, es la primera de las siete cartas a las iglesias de Asia. Esta carta, que se encuentra en Ap 2,1-7, comienza alabando a esta comunidad por su diligencia y paciencia ante las pruebas, pero también la reprende por haber abandonado su primer amor. Jesucristo, a través de la voz de Juan, insta a la Iglesia a arrepentirse, a volver a sus primeras devociones y a seguir manteniendo la fe para no perder su lugar en el libro de la vida. La carta destaca la importancia de mantener una fe sincera y una relación auténtica con Dios.

Esmirna

La carta a la Iglesia de Esmirna, en la región de Asia Menor, se recoge en Ap 2,8-11. Jesús, por medio de Juan, comienza alabando a esta Iglesia por su fidelidad ante la persecución y las dificultades, al tiempo que le envía un mensaje de valentía y perseverancia. Les advierte y les promete la recompensa del Reino. Jesús anima a los creyentes a no temer, aunque tengan que soportar pruebas, porque la fe fiel conduce a la vida eterna. La carta subraya la importancia de permanecer firmes en la fe a pesar de la persecución y de confiar en Dios para recibir la corona de la vida.

Pergamon

La carta a la Iglesia de Pérgamo, en Asia Menor, aparece en Ap 2,12-17. Se alaba a esta Iglesia por su lealtad a pesar de las dificultades, en particular por haber sido fiel al nombre de Cristo a pesar de la persecución y la oposición. Sin embargo, también se la critica por tolerar ciertas doctrinas erróneas y prácticas idólatras, en particular las de los nicolaítas. Jesús pidió a la Iglesia que se arrepintiera para evitar el juicio. A los que venzan, les promete alimento espiritual, que simboliza la victoria sobre el mal, y un nombre nuevo, que simboliza la nueva creación y, por tanto, la vida eterna.

Tiatira

En su carta a la Iglesia de Tiatira (Ap 2,18-29), en Asia Menor, Juan alaba a esta comunidad por sus cualidades de amor, fe, servicio y perseverancia, destacando su crecimiento espiritual. Sin embargo, les advierte que están tolerando a una profetisa, símbolo de una falsa doctrina que fomenta la idolatría y la inmoralidad. Jesús les recuerda que este pecado podría llevarles a la ruina espiritual, pero también les ofrece la posibilidad de arrepentirse y volver a una vida fiel. Promete a los que venzan heredar el poder sobre las naciones, imagen que simboliza su autoridad en el Reino de Dios, y la posesión de las estrellas, que representan su herencia y su lugar en la asamblea divina.

Sardos

En esta carta (Ap 3,1-6), Juan alaba a esta Iglesia por sus obras, pero también la critica por considerarse viva cuando está espiritualmente muerta, carente de verdadera fe y compromiso. Les insta a despertar, a fortalecer lo que les queda y a arrepentirse para recuperar su vitalidad espiritual. Promete que quien venza será revestido de pureza, simbolizada por la vestidura blanca, e inscrito en el Libro de la Vida.

Filadelfia

En la carta a la Iglesia de Filadelfia (Ap 3,7-13), Jesús, a través de la voz de Juan, alaba a esta comunidad por su fidelidad, su compromiso con la verdad y su perseverancia ante las pruebas. Les dice que son fieles a su palabra y que no han negado su nombre. Jesús les promete protección frente a las pruebas que se avecinan, simbolizada por una «puerta abierta» que nadie puede cerrar. Les garantiza que los que venzan recibirán un lugar en el templo de Dios, con el nombre del propio Dios, así como el de la ciudad divina, la nueva Jerusalén. La promesa de la «inscripción del nombre de Dios» y de la «nueva Jerusalén» subraya la recompensa por su fidelidad, asegurándoles un lugar privilegiado en la vida eterna.

Laodicea

En su carta a la Iglesia de Laodicea (Ap 3,14-22), Juan denuncia la indiferencia espiritual de esta comunidad, su eclecticismo y su falta de compromiso. La describe como tibia, ni fría ni caliente, lo que resulta especialmente desagradable a sus ojos. Jesús le invita a arrepentirse, a liberarse de su autosuficiencia y a abrir su corazón para recibir su palabra y su gracia. Le promete que quien venza se convertirá en una «piedra blanca» con un nombre nuevo, símbolo de pureza y pertenencia divina, y participará en la realeza de Cristo. La piedra blanca bien puede referirse a la montaña de piedra caliza que hay al otro lado de la carretera, en Pammukale.

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