Algunas de las palabras de Jesús pueden parecernos excesivas, por ejemplo el mandato de poner la otra mejilla. ¿Quién de nosotros, en lo más profundo de su conciencia, no ha decidido que se trata de un idealismo imposible y peligroso? ¿Debemos dejarnos humillar y torturar para ofrecer un baluarte contra el mal? ¿Es ésta la «buena nueva» del Evangelio?

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Yo os digo que no toméis represalias contra el malvado; antes bien, si alguien os abofetea en la mejilla derecha, volvedle también la otra. Y si alguien quiere demandarte y quitarte la túnica, déjale tu manto. Y si alguien te pide que camines mil pasos, camina con él dos mil pasos. Al que te pida, dale; al que quiera pedirte prestado, no le vuelvas la espalda» (Evangelio según San Mateo 5, 38-42).

Jesús invitó a sus discípulos a ir más allá de la justicia tradicional. La llamada «ley del talión», bien conocida en el Antiguo Testamento y en el Antiguo Oriente en general, pretendía dar a cada uno según lo que había hecho: «ojo por ojo, diente por diente «. Esta justicia la siguen aplicando nuestros tribunales hoy en día: a cada delito le corresponde un castigo proporcionado. Jesús no suprime la justicia ni los tribunales, sino que invita a sus discípulos a ir «más allá» de la ley para luchar contra el mal. Este más allá no puede erigirse en ley. Pues ninguna ley puede ordenarnos que no tomemos represalias contra el malvado, ni que pongamos la otra mejilla. Ninguna ley puede ordenar la generosidad (el que quiera tu túnica, dale tu manto). Se trata, pues, de un «más allá», de un «más» al que Jesús invita a sus discípulos.

Sin embargo, existe el riesgo de malinterpretar estas palabras. ¿Nos está pidiendo Jesús que nunca digamos «no»? ¿Nos está diciendo que siempre debemos dejar que se salga con la suya? ¿Que los malvados deben quedar impunes? ¿Que debemos darlo todo sin contar el coste, aunque la otra persona abuse de nuestra amabilidad? Desde luego que no. Hay que enfrentarse al mal con un baluarte. Jesús nunca toleró transigir con el mal. Luchó contra él hasta el amargo final. Pero todo está en el «cómo». ¿Cómo combatimos el mal? ¡Seguramente no utilizando los mismos medios que el mal! Eso es lo que Jesús quiere decirnos. El mal no se vence con la fuerza, sino con su contrario, que es el bien. La violencia nunca se resuelve con violencia, ni la injusticia con injusticia.

Jesús no nos está dando un manual de buena conducta para aplicar en nuestra vida cotidiana. De hecho, él mismo no aplicó estas palabras al pie de la letra, pues no puso la otra mejilla durante su juicio. En lugar de eso, respondió al hombre que le golpeó diciendo la verdad, ¡una verdad que golpeó aún más fuerte! Por tanto, las palabras utilizadas en este pasaje de Mateo son deliberadamente hiperbólicas para hacernos conscientes del mayor secreto que Jesús quiere transmitirnos, el de la victoria sobre el mal. San Pablo lo tradujo de la siguiente manera «No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal con el bien«. (Romanos 12:21)

 

Algunas de las palabras de Jesús pueden parecernos excesivas, por ejemplo el mandato de poner la otra mejilla. ¿Quién de nosotros, en lo más profundo de su conciencia, no ha decidido que se trata de un idealismo imposible y peligroso? ¿Debemos dejarnos humillar y torturar para ofrecer un baluarte contra el mal? ¿Es ésta la «buena nueva» del Evangelio?

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Yo os digo que no toméis represalias contra el malvado; antes bien, si alguien os abofetea en la mejilla derecha, volvedle también la otra. Y si alguien quiere demandarte y quitarte la túnica, déjale tu manto. Y si alguien te pide que camines mil pasos, camina con él dos mil pasos. Al que te pida, dale; al que quiera pedirte prestado, no le vuelvas la espalda» (Evangelio según San Mateo 5, 38-42).

Jesús invitó a sus discípulos a ir más allá de la justicia tradicional. La llamada «ley del talión», bien conocida en el Antiguo Testamento y en el Antiguo Oriente en general, pretendía dar a cada uno según lo que había hecho: «ojo por ojo, diente por diente «. Esta justicia la siguen aplicando nuestros tribunales hoy en día: a cada delito le corresponde un castigo proporcionado. Jesús no suprime la justicia ni los tribunales, sino que invita a sus discípulos a ir «más allá» de la ley para luchar contra el mal. Este más allá no puede erigirse en ley. Pues ninguna ley puede ordenarnos que no tomemos represalias contra el malvado, ni que pongamos la otra mejilla. Ninguna ley puede ordenar la generosidad (el que quiera tu túnica, dale tu manto). Se trata, pues, de un «más allá», de un «más» al que Jesús invita a sus discípulos.

Sin embargo, existe el riesgo de malinterpretar estas palabras. ¿Nos está pidiendo Jesús que nunca digamos «no»? ¿Nos está diciendo que siempre debemos dejar que se salga con la suya? ¿Que los malvados deben quedar impunes? ¿Que debemos darlo todo sin contar el coste, aunque la otra persona abuse de nuestra amabilidad? Desde luego que no. Hay que enfrentarse al mal con un baluarte. Jesús nunca toleró transigir con el mal. Luchó contra él hasta el amargo final. Pero todo está en el «cómo». ¿Cómo combatimos el mal? ¡Seguramente no utilizando los mismos medios que el mal! Eso es lo que Jesús quiere decirnos. El mal no se vence con la fuerza, sino con su contrario, que es el bien. La violencia nunca se resuelve con violencia, ni la injusticia con injusticia.

Jesús no nos está dando un manual de buena conducta para aplicar en nuestra vida cotidiana. De hecho, él mismo no aplicó estas palabras al pie de la letra, pues no puso la otra mejilla durante su juicio. En lugar de eso, respondió al hombre que le golpeó diciendo la verdad, ¡una verdad que golpeó aún más fuerte! Por tanto, las palabras utilizadas en este pasaje de Mateo son deliberadamente hiperbólicas para hacernos conscientes del mayor secreto que Jesús quiere transmitirnos, el de la victoria sobre el mal. San Pablo lo tradujo de la siguiente manera «No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal con el bien«. (Romanos 12:21)