En el libro del Génesis descubrimos queAbramnuestro padre en la fe, se convertiría en Abraham Su nombre lleva ahora el «Él» del aliento de Dios. Por tanto, Abraham es el que habla del comienzo absoluto de la historia de la salvación. Abraham es a la vez «el que ve» y «el que es visto»: «El Señor se mostró a Abram» (Gn 12,7); «En la montaña, el Señor fue visto» (Gn 22,14). ¿En qué consiste la peregrinación de Abraham? Tres palabras la describen en toda su especificidad: Alianza – Elección – Bendición.

La Alianza

El pacto es recíproco, pues Dios y Abraham se comprometen (cf. Gn 15,1-21): es la conclusión del pacto entre Dios y Abraham, un pacto hecho en la forma habitual de la época: se parte en dos un animal, y la parte contratante pasa entre los dos trozos separados. Este gesto tenía consecuencias trascendentales: en caso de infidelidad, la parte contratante infiel sería despedazada como el animal.

«He aquí que un horno humeante y una marca de fuego pasaron entre los animales divididos. Aquel día, el Señor hizo un pacto con Abram…» (Gn 15:17-18)

Fiesta de la Pascua entre los samaritanos. Izquierda: un sacerdote samaritano. Centro: un cordero sacrificado. Derecha: la carne se asa y luego se come. Fotos: Lugares de la Biblia

Recordemos que Abram fue «presa de un torpor» (Gn 15,12). En esta profundidad misteriosa, Abram vio algo sorprendente y fascinante: un horno y una marca de fuego que pasaban entre los animales divididos. El horno y el fuego representan el misterio del Dios invisible, un misterio inexpresable. Esto significa que también Dios realiza el rito del juramento: también él vincula su vida y su felicidad a esta alianza; también él compromete su vida hasta el extremo: así es como Dios toma en serio al hombre. La respuesta de Dios a la Alianza hecha con Abraham es Cristo crucificado, el hijo de Abraham, que llega hasta el extremo de cumplir la Alianza, algo que los seres humanos no han sido capaces de hacer.

La elección

Elección: ser elegido es dejarse elegir por alguien, igual que «ver» es «dejarse ver». El camino de Abraham será el de una «llamada», una «prueba», una «comunión» (visión). Una «llamada»: Gn 12,1: «El Señor dijo a Abram: ‘Vete, deja tu tierra…'». Literalmente: «Vete, te conviene…». En efecto, toda historia comienza con una ruptura, una expulsión de un lugar, empezando por el vientre de su madre. ¿Qué debe dejar atrás Abraham? Su propio clan, su patria, la casa de su padre… entonces nacerá de él un nuevo ser. Es la ruptura lo que da origen a una nueva visión, pero tenemos que aceptar que no sabemos cuál es la meta. Jesús nos dirá: «Yo soy el Camino…». (Juan 14:6) Curiosamente, es la misma expresión que encontramos en el Cantar de los Cantares: «Lekh lekha», «ve hacia ti mismo» (Cant 2:10), dice el Amado al Amado. Ve hacia ti mismo para ser plenamente quien eres, y no otra persona. Entonces se produce el engendramiento.

Según Gn 11:28, Abraham procedía de Ur de los Caldeos, actualmente Tell al-Muqayyar, en Irak. Arriba: vista del yacimiento y el paisaje circundante. Centro: reconstrucción del zigurat. Abajo: escena de libación ante una divinidad y el rey presidiendo un banquete. Fotos: Wikipedia: Wikipedia.

La bendición

«Haré de ti una gran nación, te bendeciré, engrandeceré tu nombre: sé una bendición» (Gn 12,2).

La palabra «berajá», «bendición», es una palabra fundamental con una gran riqueza de significado. Está arraigada en una realidad muy concreta de la que extrae una imagen: la realidad del camello que «ladraba», es decir, que se arrodillaba para ponerse a la altura del hombre, para que éste pudiera montarlo fácilmente o cargar en él sus cargas. El Nombre que bendice a Abraham es, pues, el Nombre que, en cierto modo, no teme rebajarse al nivel del hombre para llevarlo y levantarlo. El Señor desciende entre nosotros como el camello que «cabaña»: ésta es la «berakhah», la bendición, el despojamiento (la «kenosis») de la que nos habla Pablo a propósito de Jesús:

«Él, que tenía la forma de Dios, no guardó celosamente la posición que le hacía igual a Dios. Sino que se destruyó a sí mismo, tomando forma de esclavo y haciéndose semejante a los hombres. Habiéndose comportado como un hombre, se humilló aún más, obedeciendo hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios le exaltó y le dio el nombre que está sobre todo nombre». (Flp 2, 6-9)

Dios nos pone a prueba cuando invita a su pareja a ir más lejos en la comunión (como María en Caná). «Dios puso a prueba a Abraham…» (Gn 22,1). (Pero la prueba es lo que conduce al descubrimiento de un misterio que aún no se ha revelado: ¿qué descubrió Dios sobre Abraham? «Incluso a un muerto, se dijo, Dios puede resucitarlo» (Hb 11,17-18). ¿Qué descubrió Abraham sobre Dios? Un Dios de vida más allá de la muerte. El texto nos reserva otra sorpresa: el «cordero» requerido para el holocausto (Gn 22,7) es sustituido por el «carnero» (Gn 22,13). Ahora bien, «carnero» es «ayil» en hebreo, cuyas consonantes forman el Nombre del Señor, el Dios que tiene entrañas… el Dios que resucita en la pira de Abraham…

En el Evangelio de Juan 6:56, Jesús proclama la grandeza inconmensurable de Abraham, nuestro padre en la fe: «Abraham, vuestro padre, se alegró de que vería MI DÍA; lo vio y se alegró». La paternidad humana de Abraham es el icono de la paternidad divina de nuestro Dios.

Sr. Marie-Christophe Maillard